Hoy tenemos un desayuno con Mª Ángeles, una madrileña que vive con su marido e hijo en Gante (Bélgica) desde hace tres años. Ella es enfermera aunque en
estos momentos no trabaja porque decidió aprender flamenco para abrir sus posibilidades laborales y a la vez
cuidar de su hijo Álvaro. Mª Ángeles fue una de las primeras
en contactarme y compartir su experiencia como expatriada. Como ella misma nos
cuenta “mi expatriación la llevamos los tres, como familia, porque
así somos capaces de afrontar
cualquier obstáculo y crecer juntos en nuestra
aventura”
Prepárate un té, toma asiento y únete a la charla para conocer un poquito más su historia que seguro no te dejará indiferente.
¿Cuáles fueron los motivos
o razones por las que os mudasteis?
Hacía año y medio que éramos papás. Mi marido tenía un puesto indefinido con un buen sueldo pero sentía que estaba estancado. Yo soy enfermera pero ambos habíamos decidido que me quedase en casa hasta los dos años de Álvaro. Entonces
vimos la posibilidad de mudarnos a otro país como una oportunidad y buen momento para intentar un mejor
desarrollo profesional. Y si al final no salía bien, mi marido siempre podía cesar la excedencia y volvernos.
¿Por qué decidisteis Bélgica y no otro país?
Sinceramente no se
nos había pasado por la cabeza pero
surgió una oportunidad para la Comisión Europea y nos vinimos. El primero año y medio vivimos en Bruselas y posteriormente, año y medio en Gante, que es donde estamos ahora.
¿Habías preparado todo
minuciosamente antes de mudaros?
Sí, claro. Es una de las partes que más me gusta: buscar piso, organizar la mudanza, descubrir un poco dónde nos íbamos a mudar, etc...
Aunque tengo que reconocer que por mucho que tengas todo organizado siempre
surgen imprevistos que ni se te habían pasado por la cabeza. Y eso precisamente es lo que le pone la sal a
la vida, a veces a punto de la hipertensión (nos comenta con una gran sonrisa)
¿Cómo se tomó Álvaro el cambio de país?
Él era muy pequeñito y no lo notó pues siguió estando conmigo
en casa, aunque el inicio del colegio en Gante no ha sido fácil.
¿Cuáles son los retos
con los que te encontraste las primeras semanas de mudaros?
La burocracia
belga y la forma de actuar de los belgas. ¡Ah! Y el frío. Nos mudamos en
diciembre del 2013 en plena ola de frío en Europa. ¡Una locura!
¿Aún los sigues teniendo después de haber vivido un tiempo en tu nuevo país?
Sí, aunque en Flandes (la región donde vivimos) la administración es menos inmovilista. Y los flamencos son muy suyos.
Como madre, ¿cómo fue/es criar a tus hijos en
otro país con otra cultura?
Bastante difícil, porque no cuentas con un entorno de apoyo y eso resulta muy
complicado. Se triplica el miedo a caer enferma y que todo se desmorone. Sin
embargo, respecto a la cultura, siempre hemos intentado asimilar las costumbres
belgas sin olvidarnos de las nuestras y creo que esa es la gran parte positiva
de la expatriación, te enriqueces
cada día.
¿Qué cosas has
aprendido viviendo en otro país?
A ser flexible, a
relativizar, a superar miedos e inseguridades y a no tener una vida rutinaria.
Cada día aprendes y te sorprendes.
Si algún amigo/a te dijera que se va a mudar, ¿qué recomendación/es le darías?
Pues que adelante,
que es algo que enriquece y que todo el mundo debería hacer, aunque sea por un periodo corto de tiempo. Eso sí. Cuando lo hagan que lo hagan preparados. Pero no sólo de información, si no también mentalmente. Uno tiene que estar listo para salir de su zona de
confort y no todos lo llevan bien.
Desde el aspecto
personal, ¿qué destacarías que más te ha costado asumir en tu nueva vida?
Lo más difícil ha sido pasar
de ser una mujer independiente (económicamente), con mi círculo, a ser una
mujer que apuesta por la carrera de su marido y quedarme en casa cuando Álvaro empezó el cole. Ha sido
difícil asumir un papel para el que
no estás preparada aunque quieras
hacerlo. Sin
embargo, estoy deseando empezar nuestra nueva etapa y volver a trabajar pronto.
Si
quieres compartir tu historia como expat, ponte en contacto conmigo. Estoy
deseosa de conocerte.
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